Desde hoy soy felizmente pobre.
Cuando tenia veinte años no era dueño de nada y tenia que vivir la humillación de pagar cada mes los alquiler (nada baratos) de la casa y de la tienda de discos y nunca he tolerado tener dueños. Pero tenia talento y poco a poco acumulé suficiente dinero para comprar un gran finca en Lanzarote. Ero dueño sin sentirme dueño sino libre de dueños (meno el Estado: en contra de él nada se puede hacer, y considero el impuesto sobre la casa una obscena extorsión de tipo mafioso).
Después compré una segunda finca en Gran Canaria cayendo en la trampa de confiar en alguien poniendo la escritura notarial a su nombre. E al fin esta finca la perdí y hoy he donado aquella de Lanzarote a mis dos hijas. Hoy es un día de mucha luz. De ligereza de ser. Un día feliz. Estoy libre de cargas.
Después de haber comprendido como funciona mal esta “sociedad”, como en general funciona mal la mente humana con su actitud egoísta, oportunista, ladronesca, destructiva, necrófila, de como vivimos en la triste época de la post-verdad, época que perpetua una maldad sin limites y marcadas por el apoteósico triunfo de la estupidez, me siento feliz de haber vuelto al tiempo de mis pobreza juvenil. He vuelto a ser pobre sin perder talentos y sabiduría.
La vida en esta “sociedad” es obviamente llena de trampas. El conocimiento, la inteligencia y atención máxima permiten evitar las trampas pero yo he caído estúpidamente en tres: no tener en cuenta mi saber sobre los alimentos haciendo errores comiendo en compañía de otras personas (!las temibles neuronas espejo¡), haber confiado en una mujer que al fin ha demostrado ser deshonesta a todos niveles, y de una extrema maldad, y el error mas grave que me ha puesto casi al punto de perder la vida fue confiar en un medico y en los profesionales de una clínica privada.
Entonces perdí una hermosa finca y se esfumó un sueño, y perdí la salud sin perder la confianza en la vida, sin odiar a nadie, sin reaccionar bajando al nivel ínfimo de gente que es preciso olvidar. Poco a poco estoy recuperando la salud y con la ayuda de mi hija Giuliana hemos hecho resurgir el casi destruido centro de terapias y espiritualidad en Femés que hemos llamado justamente Ave Fénix.
Puedo decir que en mis setenta años y pasa no he sido feliz: mafia, estado y varias mujeres me han amargado la vida. Pero ahora que me he vuelto pobre, aun siendo rico de talentos y sabiduría, se acerca la posibilidad de ser feliz, sin tasas que pagar, sin recibos, sin preocupación para el dinero. Sin posibilidad que pueda llegar alguien con la intención de robar porque ahora no hay nada que robar. Mi mundo se expande hacia lo bueno y se sierra totalmente a lo que no lo es. Me quedan la capacidad terapéutica, la música, la poesía, los arboles, las plantas. No tengo coche, no tengo teléfono, tengo tiempo para cuidar de mi salud, la de las personas que quiero (pocas pero muy buenas), de cuidar de la huerta, del jardín.
Finalmente no soy un blanco de Hacienda, en el catastro no hay mi nombre. Soy pobre de los que llaman “bienes” materiales y rico de lo que no hay materia, teniendo el don de poder escuchar la música en un verso de García Lorca y contemplar la armonía universal en una fuga de J.S. Bach, de vibrar de emoción frente a imagen de El Greco. De disponer de manos aun capaces de hacer cantar una melodía de Chopin o evocar el cercano Oriente con danza curdas de Gurdijeff. Y de una mente aun capaz de investigar sobre las posibilidades del arte de la curación, sobre las potencialidad de vivir un vida larga en el bienestar. Las experiencias de Emoto sobre la memoria del agua me están haciendo llegar a una forma de musicoterapia con agua “sonora” di grande eficacia en apoyo a las estrategias terapéuticas sobre base hipocrática que he practicado durante mas treinta años salvando muchas vidas.
Todo esto para decir que es sabio no abatirse frente a las desgracias, nunca rendirse, nunca perder cordura, lucidez y empeñarse en encontrar caminos hacia la belleza, la luz. No perder la confianza en los humanos: hay personas buenas, pocas pero la hay. Y nunca es tarde para seguir investigando, para ampliar el conocimiento, crear una nueva visión de la vida. Y no perder la generosidad en compartir el conocimiento…y seguir ayudando a quienes han perdido la salud y han decidido recuperarla, tiendo el valor de elegir la verdadera medicina, que rechaza todos los tramposos productos de la industria de fármacos. Esto haré hasta que tendré vida.