

Fernanda de Utrera, la reina del cante por soleá
«Lo mío es el flamenco antiguo, me moriré cantando igual que lo he hecho toda la vida. No critico el cante moderno, pero a mí no me llega»
Fernanda de Utrera
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«Ni la alondra malhería,
que con su canto muriera,
se quejó con más dolor
que Fernanda la de Utrera».
Francisco Moreno Galván
Fernanda Jiménez Peña nació a Utrera el 9 de febrero de 1923, hija de José el de Aurora y la chacha Inés y nieta del cantaor de flamenco Fernando Peña Soto, Pinini, quien a pesar de no dedicarse profesionalmente al cante, gozaba de fama en Utrera. Según afirmaba su hermana Bernarda, ambas son ‘cantaoras de nacimiento’, recibieron la influencia artística de su entorno desde la niñez, ya que nacieron de cuna gitana. Desde pequeñas, multitud de artistas gitanos flamencos acudían a la casa de los Jiménez Peña a escucharlas, entres ellos Antonio Mairena.
Ha sido la ultima importante cantaora: un mito del flamenco. Cuando se habla de la soleá hay que referirse a esta artista irrepetible, porque nadie ha sido capaz de abordar este palo, la columna vertebral del cante, con tanta profundidad como ella. Hondura y pureza, porque su cante llegaba desde muy lejos y se mantuvo muy lejos del cante “contaminado” por otros géneros musicales y da formas espectaculares nacidas para llegar a más amplias plateas. Fernanda se cantaba, cantaba a si misma, poco o nada le importaba de las plateas, de los aplausos. Su voz ronca, desgarrada, de oscuras modulaciones, le confería un estilo único, que le permitía expresar con su cante la esencia de un dolor atávico. El dolor de esta humanidad fracasada en su larga historia de guerras, injusticias, asesinados, muerte. Los sonidos de la voz de Fernanda se visten de negro. No abren a la esperanza.
Fernanda nunca se acostumbró a la vida en la gran ciudad ni a los viajes. Vivir fuera de su Utrera natal era poco menos que una condena, así que, a principios de los años 70, cuando se produjo la eclosión de los festivales flamencos veraniegos, decidió volver a su tierra. Pero no nunca dejó el cante. A la edad de 72 años intervino en el documental ‘Flamenco’, de Carlos Saura, (1995), ofreciendo otra prueba de la pureza y potencia de su cante.
Toda la carrera artística de Fernanda, fallecida a la edad de 83 años, se desarrolló en paralelo con la de su hermana menor, Bernarda, otra cantaora extraordinaria. Las dos han permanecido siempre juntas, unidas en el cante. Desde hace más de 15 años, una importante calle de Utrera lleva el nombre de ambas.
Hemos elegido cuatro grabaciones que guardan el arte de este extraordinario ser. En la segunda canta una bulería acompañada por la guitarra de otro personaje único e irrepetible, Diego del Gastor: un documento sonoro y visivo de extraordinaria expresividad y belleza que nos ofrece un flamenco de una pureza rara. Una bulería de referencia absoluta que nace en una reunión entre amigos y amantes del cante, algo casero, algo verdadero, lejos de lo espectacular o teatral.