

William Kapell, genio olvidado
«Los únicos momentos que valen la pena al tocar son cuando dichosamente puedo ignorar a las personas a las que se supone entretengo. Ya no hay yo, ni público necio al que divertir. Sólo queda el corazón y el alma, el mundo, los pájaros, tormentas, sueños, tristeza, serenidad celestial. Entonces soy un artista digno de tal nombre… Hasta que esto sucede, o si no llega a ocurrir, no soy más que un desgraciado».
William Kapell
Una carrera que duró solo doce años. Una leyenda truncada por un avión que se fue abajo el día 29 de octubre de 1953. Era un vuelo de retorno desde Australia y casi llegando a San Francisco, el avión se precipitó al mar, falleciendo todos sus ocupantes. Kapell tenía solo 31 años de edad.
Dueño de una técnica prodigiosa y de la musicalidad de un intérprete de máximo nivel, William Kapell (nacido en New York el 20 de septiembre de 1922) estudió desde pequeño con Dorotea La Follete en su ciudad de origen y luego con Olga Samaroff en Filadelfia. En el año 1940, contando 18 años de edad, ya se había presentado ante el público en todo Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia. En 1941 obtiene el premio “Naumburg”, lo cual le permitió debutar en Nueva York con la orquesta sinfónica de Filadelfia bajo la batuta del director húngaro Eugen Ormandy. Pese a su juventud o gracias a esto, Kapell causó enorme sensación. Grandes éxitos tuvo con el Concierto para pianoforte y orquesta de Aram Katchaturian y también con primero de Dmitri Shostakovic, el primero de Brahms y el segundo de Rachmaninov. También fue un excelente intérprete de Bach, Mozart, Beethoven, Liszt y Chopin. Tuvo además sobresalientes actuaciones con los violinistas Jascha Heifetz y Arhur Grumiaux, con el violista William Primrose y el violonchelista Edmund Kurtz formando dúos memorables. La excelencia de su ejecución llegó a niveles de admiración de ilustres colegas suyos, los cuales le dieron su protección: Arthur Rubinstein, Artur Schnabel y Rudolf Serkin.
Sus interpretaciones están marcadas por una claridad, precisión rítmica y una pasión casi palpable. El grupo de Mazurcas de Chopin (Rca 1951) tocadas con una esquisita contabilidad sobre una base ritmica incisiva y con “rubato” mínimo pero eficaz, son de referencia absoluta: rara veces hemos escuchado estas Mazurcas con igual pathos poéticos y nobleza de fraseo. Otra obra maestra es la interpretación del tercer concierto de Prokofiev con la Filarmónica de New York bajo la dirección de Leopold Stokowski, que se hubo de en la Carnegie Hall el 20 de febrero de 1949. Esta es probablemente la mejor actuación del concierto que nos dejó Kapell y es preferible, por su espontaneidad y vehemencia poética, a la grabación de RCA Victor que había hecho un mes antes con Antal Dorati y la Sinfónica de Dallas. El primer concierto de Brahms, último trabajo importante con orquesta que Kapell tocó en Nueva York el 12 de abril de 1953, un poco más de seis meses antes de morir es asombroso. Bajo la batuda toda fuego y pasión de Dimitri Mitropoulos, Kapell se incendia y ofrece momentos muy intensos y también se calma llegando a momento de serenidad con una profundidad que se acerca a lo místico.
Aquí algunas grabaciones de Kapell que nos parecen adecuadas para conocer y entonces amar este músico sincero, verdadero, apolíneo o dionisiaco según la situaciones. Siempre claro y directo. Siempre capaz de tocar para decirnos algo…