Verdaderos héroes.
Cuando se te anuda la garganta al recordar la cicuta impuesta a Sócrates, el Cristo crucificado, Hipatia masacrada, Giordano Bruno quemado, Federico García Lorca fusilado, desata el nudo escuchando una Symphoniae de Hildegarda o el Wachet auf… de Bach, una pavana de Dowland, una Mazurca de Chopin,
Cuando te agarra la angustia y se asoma la ira mirando el terrible y sublime Fusilamiento en la Moncloa, obra maestra de Goya, deja en la oscuridad a los asesinos con sus fusiles y admira el conmovedor y poderoso ímpetu de vida que explota desde los pechos de los héroes en punto de morir.
Cuando la angustia te agarra al mirar estos cuatro milenios de guerras y asesinados, piensas en los verdaderos héroes anónimos muertos en el intento defender sus familias y piensas en grandes héroes pacíficos como Gandhi o Mandela: la vida heroica es libre de violencia. Y admira a los maestros verdaderos.
Cuando admiras las mentes de los genios, la virtud de los místicos, las vidas ejemplares de los maestros, las obras de los creadores de belleza, haz igual reverencia ante grandes seres que han tenido el valor de construir y crear. Son los verdaderos héroes. Los seres capaces de ser libre de violencia en un mundo violento
No todos sueñan frente a una alborada o un ocaso o miran encantados el vuelo de una mariposa; ni le interesa dar giros con Dante, reír con Aristófanes, dialogar con Sócrates, emocionarse con Shakespeare, y Garcia Lorca, exaltarse con Beethoven, quedarse sin aliento antes al Discóbolo, el David, la Cena.
Es de pocos el deseo de perseguir quimeras, nutrir utopías, amando los cultivadores de la inteligencia y de la belleza: filósofos, poetas, músicos, artistas y pensadores que fundieron en síntesis supremas sus visiones del ser y de la eternidad elevándose del intrascendente y violento vivir cotidiano para alcanzar la inmortalidad.