«Un sello inusual, a veces casi sobrenatural, misterioso, inexplicable e imperiosamente atractivo siempre está en su obra». Heinrich Neuhaus
Vladímir Sofronitsky nace en 1901 en San Petersburgo. Dos años después su familia se instala en Varsovia donde Sofronitsky, es alumno de Lébedeva-Guetsévich y de Aleksander Michałowski. A partir de 1916 estudia en el conservatorio de Petrogrado, alumno de Leonid Nikoláiev. Da su primer concierto en 1919. Un año después se casa con la hija mayor de Scriabin, Elena. En 1931 y comienza su carrera. Adulado y considerado casi como una divinidad en Rusia, estuvo casi totalmente ausente de las escenas occidentales.
Su sonido era diamantino, tenía una técnica típicamente rusa, potente y completa, un fraseo poco incline a la dulzura excesiva, a la caricia sonora. Su carácter era yang, algo nervioso, tenso, su corazón tendía a la taquicardia y esto se refleja en su manera de tocar, a veces discutible pero nunca banal, nunca rutinaria, siempre original, siempre sorprendente, frecuentemente genial. Cuando estaba en su mejor forma, su manera de hacer música parecía trascendental y a pesar del sonido penetrante, a veces duro como acero. Con un sonido sólido, terreno, esta música milagrosamente tendía a elevarnos a un nivel de alta espiritualidad. Una indefinible espiritualidad que pone Sofronisky en un lugar aparte en el Olimpo de los pianistas.
Dependiendo del humor en el que se encontrara, podía tocar con la mayor o menor inspiración y cuando estaba hundido en la depresión los sonidos parecían subir desde un abismo. Esto podría dar la impresión de que Sofronitsky fuera un pianista intuitivo cuyas interpretaciones estaban basadas solo en lo que sentía en el momento, pero el explicó que podía tener doce maneras diferentes de como interpretar una obra y que simplemente no sabía de antemano cual iba a ofrecer: eso dependía en como percibía el público y en como se sentía en el escenario. Y solo frente a una platea entraba en su hábitat creativo. Detestaba los estudios de grabación y consideraba cadavérica la música de los discos. Y esto ha contribuido a su escaso éxito internacional, quedando pianista de culto en su Rusia, donde sus conciertos eran esperados como grandes eventos.
En Occidente este músico es considerado casi únicamente como intérprete máximo e indiscutible de Scriabin. En realidad es intérprete máximo de casi todo lo que tocaba y tocaba de todo, desde Buxehude hasta Scriabin. Pueda que guste o no su Chopin o su Schubert, Se puede amar o odiar a Sofronisky, pero nadie se queda indiferente ante él. Aman a Sofronisky las almas inquietas, indagadoras, buceadoras en aguas profunda, oscuras, tenebrosas para encontrar caminos hacia nuevas radiantes luces.