El tiempo pasa
El tiempo pasa y la tristeza se asienta en el suelo de nuestro diario sobrevivir. Y nos ancla al suelo, nos impide volar, solo hay aleteo, cansado aleteo. Hubo un tiempo, hace unos cincuenta años, cuando un manipulo de jóvenes quería nuevos horizontes, Bob Dylan hablaba, cantando, del viento del cambio. Pero el cambio fue a peor. Más guerras, más injusticias, más ricos siempre más ricos y más pobres siempre más pobres, más crueldades, menos libertad, más impuestos, siempre más impuestos, mientras los políticos roban en vez de gobernar y administrar, los médicos, en su mayoría, matan en vez de curar, los periodistas, con raras excepciones, mienten, los religiosos niegan la espiritualidad, los bancos destruyen la economía, y hay miles de aviones que envenenan el cielo violentando el clima y asesinando la vida. Y la cultura es negada, la belleza ignorada o destruida. Mudos los poetas, mudos los filósofos, el arte languidece, los músicos ya no crean.
Y el tiempo pasa. Tristemente somos testigos de esta degeneración. Tristemente asistimos a nuestro propio esfumar. El tiempo vivido suma pocos relámpagos de belleza. El tiempo vivido. Muchas dificultades, muchos planes incumplidos, mucho anhelos defraudados, sueños que se han quedados en el cajón, tantas decepciones, tantas mentiras, tantas traiciones, tantos malestares. El horizonte se ha esfumado. No hay en donde ir. No hay con quien hablar. En el fondo no hay nada que decir. Con raras excepciones los más jóvenes nada saben y son incapaces de escribir diez líneas sin, como mínimo, diez faltas, en un secuencia de palabras que no hablan.
Y el tiempo pasa. Inexorablemente. Y no se puede ni nadar contra corriente. No hay corriente alguna. Ni se puede vegetar en el pantano. Ni se puede estar en la cloaca sin mirar el cielo, parafraseando uno de los últimos espíritus libres, Oscar Wilde. Hay que dejar atrás el pantano, la cloaca, lo intrascendente, la telaraña de mentiras, lo feo y erguirse en defensa de la verdad, del conocimiento, de la belleza, de la justicia, de la libertad, de la fraternidad, del amor. Como héroes pacíficos. Sin hacerse desviar. Sin perder la valentía. Mirando al sol, mirando miradas amigas, abrazamos la tarea desatendida, de vivir ecológicamente, inteligentemente, cantando la melodía de nuestra vida, armonizándola para que no traicione las leyes de la armonía cósmica.
El tiempo pasa, el tiempo está pasando. Un día nos iremos. Tristemente. Pero la tristeza puede ser fecunda, puede ser el trampolín hacia la alegría. Al despertarnos al amanecer podemos dejar la tristeza entre las sábanas, para que amanezca también nuestro sol. Para abrirnos al nuevo día con fuerza renovada. Para que sea un día de siembra de semillas fecundas. Las semillas del conocimiento, del saber, de la verdad, de la belleza. Y así volverá la voz a los poetas, los filósofos iluminaran los rincones más oscuros, la música volverá para despertar emociones y elevarnos. Y por la noche haremos con alegría el balance de día y prepararemos el plan para el mañana y volveremos al descanso nocturno después haber cambiado las sábanas o haberlas expuesta a los purificadores rayos del sol. Ponemos manos a la obra. Aún estamos a tiempo para que nuestra vida no sea una ocasión perdida.