

Alfonsina Storni
Carpisca, Suiza, 29 de mayo de 1892 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938
Querida Alfonsina,
Ero muy joven cuando descubrí el sonido de tus versos, y empecé a amarte, como amaba a Gabriela Mistral, Federico Garcia Lorca, Pablo Neruda, siendo muy atraído por la lengua española.
Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, dejaste tu habitación del pequeño hotel donde estabas con tu hijo Alejandro y te dirigiste a la playa La Perla de Mar de Plata. Aquella a noche tu hijo no pudo dormir. La mañana después dos obreros descubrieron tu cadáver en la playa. Se difundió la noticia. Tu hijo se enteró por radio y el cuidador del hotel, José Porto, se lo confirmó vía telefónica. Hay dos versiones sobre tu suicidio: una de tintes románticos, que dice que entraste lentamente en el mar, y otra, la verdadera, que afirma que te arrojaste a las aguas desde una escollera. Te arrojaste desde la escollera del Club Argentino de Mujeres a doscientos metros de la costa porque allí se encontró uno de sus zapatos. Tu consideraba que el suicidio era una elección concedida por el libre albedrío y así lo había expresado en un poema dedicado a tu amigo y amante, el escritor Horacio Quiroga, también suicida. ¿Fue la depresión o el cáncer de mama a empujarte en el abismo?
Toda tu obra refleja dramatismo, lucha y una audacia inusual para la época. Tu temática es, sobre todo, amorosa, feminista y profunda, en donde se refleja un carácter singular, marcado a veces por la neurosis y por un enraizado pesimismo. Pero marcó un gran cambio en la literatura poetica argentina y del mundo hispano-americano. Destacò en el panorama literario hispanoamericano por la fuerza y la musicalidad de tus versos. Junto a la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou, contemporáneas tuyas, formaste la primera avanzadilla en la lucha de las mujeres por ocupar lugares de reconocimiento en los espacios de la literatura de América.
Tu trayectoria creativa fue inicialmente inspirada por el romanticismo, para después abarcar cierto intimismo del modernismo crepuscular para en fin desembocar en la vanguardia. El rasgo más característico de tu producción fue un feminismo combativo en la línea que se observa en el poema Tú me quieres blanca, el cual se halla motivado por las relaciones problemáticas con el hombre, decisivas en tu vida.
Tú me quieres blanca (1918)
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Durante el tiempo que tu familia estuvo radicada en el barrio de la Quinta San Pedro, apareció uno de tus primeros poemas, titulado “Anhelos”, publicado en Monos y Monadas,del 8 de enero de 1912, inspirado en el legendario árbol ombú:
ANHELOS
“Bajo el ombú, que eleva majestuoso
su verde copa en la lanosa pampa
he sollozado un día los recuerdos
que viven en el alma.
Bajo el ombú, coloso de lo inmenso,
cuando la noche silenciosa y quieta
iba robando al día sus colores
lloré mi dicha muerta.
Testigo fué del dolorido grito
con que en las horas del dolor pasadas,
el corazón rebelde al sufrimiento
protestas levantara.
Tiempo hacía ya que de la herida abierta
la sangra gota a gota no manaba
Tiempo hacía ya de su tronco hermoso
la suerte me alejaba.
Y hoy al mirarlo, siento que de nuevo
acuden en tropel viejas nostalgias
que en el fondo de mi alma dolorida
juzgaba sepultadas.
Mas, si el dolor de nuevo en mí provocas
no he de odiarte por eso, árbol querido,
que al cadáver del indio vagabundo
un día diste abrigo.
Y en prueba yo también, como ese ignaro
quiero por cruz tu sombra silenciosa;
y en vez de blanca lápida labrada
el verde de tus hojas.
Aquí algunos poemas:
La inquietud del rosal (1916)
El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.
Languidez (1920)
Está naciendo Octubre
Con sus mañanas claras.
He dejado mi alcoba
Envuelta en telas claras,
Anudado el cabello
Al descuido, mis plantas
Libres, desnudas , juegan.
Me he tendido en la hamaca,
Muy cerca de la puerta
Un poco amodorrada.
El sol que está subiendo
Ha encontrado mis plantas.
Y las tiñe de oro…
Perezosa mi alma
Ha sentido que, lento,
El sol subiendo estaba
Por mis pies y tobillos
Así, como buscándola.
Yo sonrío, este bueno
De sol, no ha de encontrarla
Pues yo que soy su dueña,
No sé por donde anda:
Cazadora ella parte
Y trae , azul, la caza…
Un niño viene ahora,
La cabeza dorada.
Se ha sentado a mi lado
Sin pronunciar palabra,
Como yo el cielo mira,
Como yo sin ver nada.
Me acaricia los dedos
De los pies, con la blanca
Mano; por los tobillos
Las yemas delicadas
De sus dedos desliza…
Por fin, sobre mis plantas
Ha puesto su mejilla,
Yen la fría pizarra
Del piso el cuerpo tiende
Con infinita gracia.
Cae el sol dulcemente,
Oigo voces lejanas,
Está el cielo muy lejos…
Yo sigo amodorrada
Con la rubia cabeza
Muerta sobre mis plantas.
…Un pájaro la arteria
Que por su cuello pasa…
Mundo de siete pozos (1934)
Se balancea
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza…
Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Osea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.
Desde el núcleo,
en mareas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra
…tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.
Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa:
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.
Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de la vida;
las dos puertas
por donde adelanta
—flores, ramas y frutas—
la serpentina olorosa de la primavera.
Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.
Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.
Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta…
Una vez decidido tu suicidio, enviaste dos cartas: una a su hijo, Alejandro; otra a Gálvez, para que procurase que a su hijo no le faltase nada, y un poema de despedida al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias… Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
*****
Monumento en Mar de Plata.
Alfonsina y el mar es una zamba compuesta por el pianista argentino Ariel Ramirez y el escritor Félix Luna, publicada por primera vez en 1969 el disco de Mercedes Sosa “Mujeres argentinas”. Es una zamba bella y conmovedora grabada por cientos de artistas, pero aquí proponemos la versión de Mercedes Sosa, que lega directa al corazón.