Para Martha Argerich
(Buenos Aires, 5 de junio de 1941)
«Me encanta tocar el piano pero no me gusta ser pianista».
Querida Martha, quizás te acuerdas una día de primavera, hace mas de treinta anos, casi en la cima del Vesubio. Fuimos a tomar fotos, pero yo era demasiado joven para soportar el impacto con dos volcanes, y las imágenes que nacieron no fueron la respuesta adecuada a lo que esperábamos. Si las fotografías no fueron inolvidables, nuestro encuentro lo fue para mí. Y aún más memorable fue la experiencia de escucharte en concierto. Eres capaz de no dejar a nadie indiferente cuando estás al teclado: ardiente amor a primera vista o gana de irse pronto, algo molestos. Los críticos profesionales alabanzas sobretodo tu habilidad digital, tus asombrosas octavas comparables con la de con otros gigantes del pianoforte como Horowitz y Gilels, y pocos han hablado o hablan de tu musicalidad. Para muchos de ellos eres un caballo salvaje, entonces indómito. Me parece un elogio.
Parte de tu grandeza es el no hacer la pianista y tocar solo como y cuando sientes de quererlo hacer. Estudiar tres o cuatro piezas y tocarlas en público trescientos veces en tres años no es algo para ti. Tu no estas en este juego. No te deja condicionar. Eres imprevisible y esto no gusta a los empresarios que organizan giras de conciertos. Según algunos supercriticos tu tocas como una principiante en el plano interpretativo, toca sin profundizar. Y aquí está lo bello. Tocas como una principiante en el sentido que trasmites la maravilla del descubrimiento de una emoción traducida en sonidos como nace al primer impacto con la partitura. No según las indicaciones de profesores de música, sino según tu sentir. La emoción del principiante puede ser condividida solo con quien sepa vivir la sorpresa del los relámpagos repentinos, de la explosión de un volcán, de un tornado que barre todo. Con quien no teme la emoción de correr a briglia suelta, que no teme el tourbillón vertiginoso. El coraje de quien escucha es la base para hacer frente a tu audacia en el tocar.
Cuando empiezas el primero Concierto de Liszt o de Ciakowsky parece que se desencadena una fuerza primigenia. Es como un renacimiento, una resurrección, el milagro que nos despierta del aburrimiento. El aburrimiento generado por demasiados músicos seriamente profundos, a veces tan profundos que nos ahogan en un lago sin vida. El valor de quien te escucha es la base para hacer frente a tu audacia en el tocar. Tu audacia en correr al borde del precipicio. De decir lo indecible, sentir y vivir la emoción hasta hacer estallar los poros. Tu Ravel extremo, el color inquietante de Ondine con un canto que se contuerce, envuelve, seduce, hasta la amenaza del doloroso tirón final, anunciando la ausencia que vendrá. Vendrá en el misterio de la muerte colgada a una cuerda, un espectro siniestramente ondulando. Audacia en el tocar con tale tensión, coraje en el escuchar un así siniestro tocar de campana. Sgarbo no es un diablito nocturno, es un demonio tremendamente inquieto que arrastra en un vortice, y que a momento intenta conquístanos con lista maldad en relámpagos de canto febril; en fin la impresión de haber vivido una pesadilla generada por sonidos de belleza desoladora.
Que maravilla escuchar una artista que domina el instrumento con un virtuosismo absoluto y que toca no para hacer la pianista, sino para traernos es su universo expresivo. No el universo de los conservatorios o de los profesores de música o de los críticos satélites de esto universo. En tu universo olvidamos el instrumento, olvidamos los modelos interpretativos, olvidamos la filología a medida para el auditorio. En tu universo está solo tú, con tu ímpetu, tu audacia, tus momentos de abandono, de ternura, de pasión.
Gracias Martha, para hacernos comprender que se puede tocar el pianoforte sin hacer el oficio del pianista. Y me encanta serrar esta carta como hacían los antiguos romanos, con un “vale”, Valente, que tenga la fuerza y el valor para seguir siendo solo y siempre tu misma
Mazurka Op 59 No 1, Chopin Competition 1965
Chopin «Polonaise N°6 Heroique»
Rachmaninoff – Piano Concerto No. 3
Conductor: Riccardo Chailly Berlin Radio Symphony Orchestra
Liszt Piano Concerto No 1 in E flat major
on Martha Argerich 75 years old Daniel Barenboim and the West–Eastern Divan Orchestra Royal Albert Hall